Mi hermano Jorge Garbett, auténticamente tal por su condición de persona próxima, cercana, fiel y compinchera, era célebre por sus poco cultivadas dotes en algunas materias. Músico desde la médula, como era, su interés principal pasaba, en materia de arte y cultura, por escuchar mucha música, aprender de esa escucha y, eso sí, ser casi un erudito en materia de música popular, tanto paraguaya como de América Latina.
Sin ser, en otros campos del arte, lo que se llama definitivamente un burro, había cosas que desconocía y por ello, de pronto, usaba expresiones que había escuchado mal y las repetía peor. En una ocasión, en algún ensayo de “Sembrador”, Garbett llegó tarde -la puntualidad de hecho no era una de sus virtudes- y Luis Antonio “Pulgo” Barriocanal, la voz baja del conjunto e intérprete de las flautas, traversa y dulces, le llamó la atención por su irresponsabilidad horaria.
En su defensa y como disculpa, Jorge le dijo: “Qué querés que haga, viejo, si me quedé planchado, profundamente dormido en brazos de Orfeo”. Entonces “Pulgo” lo miró y le dijo: “Es con M…” Y Garbett, muy suelto de cuerpo le contestó: “Claro… Orfeóm”.