“Yacaré” descubierto

Esto que voy a referir, aunque suene fantasioso, efectivamente ocurrió. Como ya quedó dicho en otro pasaje de estas historias, el Rowing era más que un club deportivo donde se practicaba principalmente basquetbol y bochas allá por los años ’60 del siglo pasado, un reducto para el encuentro en el cual, nosotros, un grupo de amigos míos y yo y algunos mayores que yo y compinches de Maneco, mi hermano, recalábamos, siempre con alegría.

El Rowing presidía cuadras a la redonda, con gente que lo tenía casi como un satélite. Próxima al estadio del club quedaba la casa de la abuela de uno de nosotros. Omitiré los nombres por la naturaleza de la anécdota que voy a compartir. La señora en cuestión era un ama de casa que a la mañana y a la tarde tenía un pequeño puesto de venta de carnes, una carnicería, como medio de subsistencia, práctica muy común en la Asunción de entonces, que no contaba con grandes supermercados ni cadenas de locales de las hoy llamadas “conveniencias” y en la cual menudeaban los “almacenes de barrios”.

Una de las jóvenes ayudantes de la abuela en cuestión vivía con ella y era muy bien parecida. Por esta razón, un señor del barrio que habrá tenido 50 o 55 años quiso hacer a la joven una “visita nocturna”, de esas que en la jerga paraguaya se llaman “entrar en yacaré”. El “yacaré” de nuestra historia, cerca ya del encuentro amoroso con la doncella fue sorprendido en flagrancia por la dueña de casa, una azorada mujer de mucha edad que muy airada le increpó diciéndole: “¿Qué quiere aquí, bandido?”, a lo cual el descubierto visitante nocturno respondió, en su desesperación, con un sonoro “¿No hay carne…?”

Sencillamente genial…